viernes, 9 de octubre de 2015

CINE DE ABOGADOS

TESTIGO DE CARGO


Para cualquier cinéfilo es un auténtico gozo disfrutar de una verdadera obra maestra como es “Testigo de cargo” (“Witness of the prosecution”, 1.957). Para mí, además, es una necesidad. Es mi película favorita, no sólo del género jurídico, sino también de toda la historia del 7º Arte. Y de vez en cuando la vuelvo a ver para no olvidar lo que es hacer cine de calidad.

ESCENARIO
Aunque estamos acostumbrados a ver procesos judiciales norteamericanos ante jurados legos, fiscales agresivos y abogados protestones que danzan por toda la sala de vistas, en esta ocasión el escenario es muy diferente. El juzgado es británico, con todo lo que ello implica: togas, pelucas, flema y educación por doquier, testigos prestando declaración puestos en pie, acusados semienjaulados custodiados por guardas, etc. El escenario está listo, y ahora... ¡silencio en la sala!

ARGUMENTO
Billy Wilder dirige la adaptación de un relato corto de Agatha Christie, y para ello se rodea de un magnífico plantel: Charles Laughton, Tyrone Power, Marlene Dietrich y un largo elenco de geniales secundarios (Elsa Lanchester, Una O’Connor, etc).

Charles Laughton da vida a Sir Wilfred Robarts, un abogado casi retirado al que se le presenta la ocasión de defender al acusado en un caso de asesinato (Tyrone Power). La salud de Sir Wilfred (apodado “el zorro”) le obliga a estar permanentemente acompañado de una sufrida Elsa Lanchester (su esposa en la vida real) que ejerce de su enfermera particular. Pero lo fundamental de la cinta es el testigo de cargo, papel interpretado por Marlene Dietrich, la mujer del acusado. Ella es el eje sobre el que gira todo el proceso hasta la misma escena final, momento de la película sobre el que no hablaré. Nunca me perdonaría desvelar tan increíble final a quien aún no lo ha visto.

MI FAVORITA
Todos tenemos fobias y filias. Entre estas últimas se encuentra “Testigo de cargo” por muchos motivos. Aparte del hecho de que mi amante reconocida es la gran pantalla y el cine jurídico mi inseparable amigo, debo reconocer mi afinidad por Charles Laughton. En esta película despliega todo su “savoir faire” e histrionismo, fundamentalmente en sus intervenciones durante el proceso y en la relación amor-odio con su enfermera.

Pero es el conjunto de memorables escenas lo que me cautivó desde niño. Desde la primera expresión de mal genio incontenido del protagonista hasta la fabulosa escena final, pasando por infinidad de escenas de Sir Wilfred: interrogando a su cliente con el método del monóculo, ordenando unas pastillas mientras efectúa una protesta a Su Señoría, haciendo caer en su red a Una O’Connor (testigo de la acusación), o flagelando con el látigo de su envenenada lengua a su enfermera cada vez que ésta trata de hacerle descansar o de obligarle a tomar sus píldoras.


Mucho quedaría por decir, pero lo dejaremos para otro momento. Sólo me resta una cosa que añadir...”¿quiere besarme, encanto?”.