El
pasado viernes 18 de mayo tuve la oportunidad de cursar una visita al
módulo del Centro Penitenciario Madrid VII de Estremera dedicado a
personas con discapacidad intelectual. Laura Galindo, psicóloga de
Plena Inclusión Madrid, fue quien organizó la visita y ejerció de
perfecta guía. Tras las presentaciones y el primer contacto con los
miembros de la Junta de Tratamiento y el Director del centro, empecé
a compartir la mañana con los internos. Después de impartirles una
pequeña clase sobre Derecho Penal, visité con ellos las
instalaciones, finalizando con una entrevista personal con cada uno
de ellos, en la que pudieron plantearme sus dudas sobre Derecho Penal
y Penitenciario.
Como
abogado penalista, he visitado a mis clientes en innumerables
ocasiones, pero siempre en los locutorios, separados por un grueso
cristal. Estar con ellos en su ambiente ha sido muy enriquecedor. He
podido comprobar de primera mano la gran labor que tanto funcionarios
como Plena Inclusión Madrid llevan a cabo y el trato cercano que se
les brinda, basado siempre en la estricta observancia de la legalidad
y en sus peculiarísimas características.
El
módulo, que cuenta con taller, peluquería, gimnasio, sala de
conferencias, comedor, economato, despacho médico y patio, está
adaptado a los internos. Las instalaciones están decoradas por ellos
mismos (es digno de mención el mural de las paredes del patio), lo
que hace que el entorno sea más acogedor.
Sin
olvidar que los internos están cumpliendo condena, eso no impide que
la preocupación por ellos sea muy especial. Ninguno de ellos me
manifestó queja alguna por el trato recibido, más bien al
contrario, pues parecen tener una relación muy cercana con los
profesionales. Pude apreciar en algún caso su inquietud por temas
jurídicos, e incluso la errónea apreciación de las leyes. Pero
también comprobé que ese desconocimiento tiene su origen en sus
capacidades diferentes.
Aunque
todo en la vida es mejorable, el camino que se está siguiendo con
este módulo no merece pero alguno. Salvo la falta de medios, por
supuesto. Pero eso es algo que no depende de quienes trabajan allí,
sino de las administraciones públicas.
Debo
terminar dando las gracias a Plena Inclusión Madrid, particularmente
a Laura Galindo, a la Junta de Tratamiento de Madrid VII y muy
especialmente a
los internos de tan singular módulo, que me acogieron desde el
primer momento sin reservas y que tuvieron la amabilidad de
escucharme, de abrirse conmigo y de obsequiarme con alguno de los
trabajos que llevan a cabo en su taller.
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