Empezamos un nuevo curso, y lo hacemos del mismo modo que lo acabamos, con cine. En esta ocasión con ambiente carcelario.
Vivir entre rejas, quizás
morir recluido entre cuatro paredes. Muchas y grandes películas nos
han mostrado lo que es cumplir una condena en un establecimiento
penitenciario. Pero ha sido en los últimos años cuando hemos ido
viendo la proliferación de este subgénero. Me gustaría repasar
algunas de mis preferidas, aunque no por ello las mejores.
Paul Newman interpretó uno
de sus papeles más elaborados en “La leyenda del indomable”. Un
joven es condenado a una prisión de carretera por un delito contra
la propiedad pública (se dedicó a “cortar las cabezas” de los
parquímetros de su ciudad tras una enorme borrachera). Haciendo
honor al título del filme, poco a poco se transforma en un auténtico
indomable, cuya voluntad nada ni nadie parecen poder doblegar. Su
condena va creciendo tras sucesivas fugas, hasta que una de ellas se
convierte en la última, cayendo abatido por los disparos de sus
carceleros. Quienes hemos visionado esta cinta no podemos olvidar la
memorable escena en la que Paul Newman apuesta a que es capaz de
ingerir cincuenta huevos duros en el plazo de una hora. No sólo lo
consigue, por descontado, sino que además con su hazaña dota a la
película del tácito subtítulo de “la de los huevos duros”.
Newman estuvo rodeado de un
gran plantel de secundarios, como Strother Martín, que daba vida al
llamado “Capitán” (el director de la prisión) o George Kennedy,
cuya interpretación como el amigo íntimo del protagonista le valió
el Óscar de la Academia al mejor actor secundario. También pudimos
disfrutar de un casi irreconocible (por lo joven) Dennis Hooper.
El
recientemente desaparecido John Frankenheimer dirigió a Burt
Lancaster en “El hombre de Alcatraz”. Un recluso condenado de por
vida por asesinato es trasladado a la prisión conocida como “la
roca”, una penitenciaría de la que nadie ha podido escapar jamás.
Toda la vida es demasiado tiempo para desperdiciarlo mano sobre mano,
y si bien en un primer momento el protagonista no parece tener
interés por nada, la aparición de un pajarillo (aunque se
utilizaron unos pocos más para el rodaje) va a cambiar para siempre
la existencia de Lancaster. Empieza por enseñarle algunos trucos y a
renglón seguido sucede el desencadenante de todo: el pequeñín
enferma. Prácticamente sin medios el solitario recluso obtiene una
cura para su “compañero” de celda. Paulatinamente sus
conocimientos sobre ornitología van aumentando a medida que lo hace
su colección de aves, canarios en su mayoría, hasta que llega a
convertirse en el mayor experto mundial en su campo tras años de
estudio e investigación.
A
pesar de que su vida gira alrededor de los pájaros entre las paredes
de su pequeña celda, mantiene un leve contacto con el exterior,
primero a través de su madre (Thelma Ritter) y después mediante su
mujer, con la que contrae matrimonio en la propia cárcel. Los demás
seres humanos que se relacionan con el reo son sólo tres: su
carcelero, el vecino de la celda contigua (Telly Savalas) y el
Alcaide (Karl Malden). Pocas son las palabras que cruza con ellos
durante todo el metraje, como si quisiera añadir una condena más a
la que la Justicia le obligó a cumplir.
Tim Robbins dirigió a Sean
Penn en “Pena de muerte” (Dead man walking), un alegato contra la
pena capital basado en la mitad de una obra escrita por la Hermana
Helen Prejean, protagonista del film a través del gran papel que
desarrolla Susan Sarandon, lo que le valió una nominación a los
Óscar de Hollywood. La película se basa en su práctica totalidad
en la relación que surge entre un condenado a muerte por un doble
asesinato y una religiosa que presta su ayuda a los condenados a la
pena capital. Como es de suponer, esa relación es de lo más
extraña, entre el amor de la Hermana Helen y el recelo y la
desconfianza del protagonista. Ella no sólo ofrece consuelo
espiritual, sino también ayuda legal mediante los abogados que
trabajan en la asociación a la que pertenece. Esa actividad procesal
permite a los espectadores comprobar el entramado jurídico-político
existente en los Estados Unidos y que conlleva un sinfín de recursos
que derivan en el aplazamiento casi eterno de la ejecución de la
condena.
¡Muerto
andante! ¡Dead
Man Walking!, gritan los
guardianes
de los presos antes
de hacer su último paseo por la milla verde. “La milla verde “
es otra reciente y gran película cuyo escenario es el corredor
de la muerte. El
título proviene de la distancia que recorren los condenados a muerte
desde su celda hasta el lugar de ejecución. Esta adaptación de una
novela homónima de Stephen King es tan sorprendente que no puedo ni
debo hablar de su final. Sin embargo, sí que me gustaría mencionar
a Tom Hanks, de nuevo nominado a los Óscar de la Academia por su
papel protagonista. Es él quien, en primera persona, nos relata una
increíble historia en la que encarna al jefe de los guardianes
encargados de la vigilancia de los residentes de la milla, cuyas
vidas se mezclan con las de los funcionarios. Unos y otros no serán
los mismos desde la llegada de un preso condenado a la silla
eléctrica y que... Mejor véanla.
Muchas son las películas que
se quedan en el tintero, pero hay una en particular que es la
excepción a la regla. Excepción al título de ese artículo porque
“Papillón” no se desenvuelve estrictamente entre rejas ya que la
prisión de la isla del
diablo no las posee.
Tampoco las necesita. Los acantilados y el bravío mar frenan las
opciones de fuga de Dustin Hoffman y Steve McQueen, aunque este
último acabará por conseguirlo.
Por último me gustaría
recordar un film muy peculiar. Su protagonista no es, como suele
suceder, un recluso inocente del crimen del que se le acusa, sino el
Alcaide Harry “Brubaker”, interpretado por Robert Redford. Harry
se enfrenta, él solito, contra todo el sistema penitenciario y
propugna una reforma legal que le cuesta el puesto y le granjea el
cariño y admiración de los presos. Más Harrys, y no precisamente
de celuloide, harían falta en los Estados Unidos.